Em "mundotoro" Sevilha, décima primeira de abono.


Cerrando los ojos, al hacer un ejercicio de memoria, lo que queda de la penúltima tarde de la Feria de Abril es la cogida que sufrió Juan José Padilla, en el saludo al primero de la tarde, y su actitud frente a ese toro. También el recibo de El Fandi al último de la tarde con dos lopecinas, muy variado y brillante con el capote desde el primer momento, y la espectacularidad del granadino en banderillas. Entre medias, Padilla cortó una oreja, más por el conjunto de la tarde que por la faena al cuarto, y Miguel Abellán extrajo los muletazos de mayor calidad pero sin continuidad. La corrida de Jandilla, con romana, apuntó mejores condiciones de las que luego desarrolló. Con paso lento y el capote arrastrando a la espalda, Padilla se dirigió a la puerta de chiqueros para recibir al primero. La larga cambiada fue limpia y la siguiente y otra más. Con esa facilidad, se confío y en la segunda verónica, ya de pie, por el pitón izquierdo el toro le cogió de manera escalofriante porque en un principio pareció que había sido por el abdomen. Quedó tirado en el suelo, largo rato y en esos instantes en los que nadie sabía si iba herido de gravedad el Presidente tuvo la sangre fría de cambiar el tercio. El sonido de los clarines fue chocante con un hombre tendido en el suelo y, por supuesto, los caballos no salieron al ruedo. Apoyado en un banderillero, se acercó a las tablas, aún todos pensando que llevaba la cornada. Realmente lo que ocurrió es que quedó desnudo y con un vaquero sobre la taleguilla continuó la lidia. El toro, pesado, que derribó al primer encuentro con el caballo fue engañoso y ágil de cuello en la muleta. Importante el jerezano a la hora de ayudarlo a romper hacia adelante. Recibió otro derrote en el pecho al entrar a matar y con el descabello se le esfumó un premio que luego le concederían con el cuarto, ancho de sienes pero abrochado, con el que destacó en una serie de rodillas como inicio con la muleta. El Fandi saludó al último de la tarde, con dos lopecinas, seguidas por verónicas y delantales y continuó con la variedad en el capote llevando el toro al caballo por rogerinas. Muy vivo en el tercio de banderillas, igual que el anterior, el toro, largo, alto y cuesta arriba, colaboró en la espectacularidad que posee este torero en banderillas. Seguramente si optara por entrar a matar justo al terminar el segundo tercio sería premiado con más orejas, pero en la labor de muleta la cosa decayó tanto en este último como en el tercero, remiendo de Fuente Ymbro, más estrecho de sienes, que tuvo transmisión y se desplazó en la muleta, más protestón por el izquierdo. La faena fue larga y se desarrolló por ambos pitones, sin que la música sonara. Miguel Abellán también se fue a la porta gayola emulando al ciclón de Jerez prácticamente en casi toda la faena al segundo, con más pecho, al que le costó desplazarse en la muleta. Firme, sin desistir, extrajo algún muletazo de calidad. El quinto, alto, apretado y largo, se lo brindó a Manzanares, presente en el tendido. De nuevo llevó a cabo una faena asentada pero sin ligazón y de escasa transmisión, por la poquita ayuda que prestó el animal. Lo que queda al cerrar los ojos, también es el vestido del madrileño, un terno color berenjena y plata, alejado de la claridad de su habitual blanco y plata.